En el mundo vivimos casi 8 mil millones de personas, todas con absolutamente algo de diferencia. Dios con su inmensa sabiduría creo la variedad, tanto en el resto de la creación como en el ser humano.

Somos diferentes el uno del otro, incluso las personas gemelas tiene algo en su ser o en su huella dactilar que los hará distintos. Ya el simple hecho de ser dos personas, ya es una gran diferencia.

Las diferencias se ven a diario, desde nuestra perspectiva y forma de pensar hasta en las decisiones que tomamos. De pequeño siempre escuchaba a una de mis profesoras que "cada cabeza es un mundo" y eso es tan cierto. Además el mundo está lleno de tantas cabezas.

Dentro del hogar podemos pensar diferente y sin embargo estar unidos, porque cuando uno aprende de la armonía, logra superar las dificultades. De novio tú puedes "acompañar" en cada acción o decisión, de casado tienes que velar por el bienestar de una familia. Lo que mejor te recomiendo es que no te disfraces de nada ni de nadie ni digas sí a todo, cuando aún estás conociendo a esa persona, así cuando lleguen a formalizar su matrimonio, los dos se habrán conocido c también sus puntos negativos y las cosas que no les agradan.

La armonía es indispensable. Pensemos en una orquesta sinfónica. Tiene muchos instrumentos pero al sonar afinados y al compás, pueden regalarnos una bella melodía. Los seres humanos somos como esos instrumentos, cada uno puede emitir un sonido diferente, pero al complementarse, puede darnos una gran felicidad.

Aprendamos a ver las diferencias que tengamos en el matrimonio o en la familia, con los hijos, con los vecinos, con quien sea, como una oportunidad para conocer más a fondo a esa persona, una oportunidad para explorar lo que nosotros podemos mejorar para aportar hacia el otro, una oportunidad para hacer de la vida un refugio en el que las diferencias no marquen una línea divisoria, sino al contrario, sean un puente que una dos mentes distintas en una sola forma de pensar.